EL COHETE VOLADOR

Esta mañana
usé el periódico bajo el plato de mantel.

Busqué la imagen de la Tour Eiffel
en la puerta del frigorífico.

Me sentí árbol quemado por el rayo,
roído por la termitas,
raíz sin tierra ni cigüeña en campanario.

Y decidí comprarme una bicicleta
para rodar contra el viento.

Pensé las veces que te he servido el té en la loza
y los comprimidos que desaparecen del botiquín
ingeridos por el egoísmo.

París era una fiesta y Ava yace tantas noches en mi ánima.

Oigo tu voz en los patios de colegio,
como gaviotas hambrientas correteando
te veo en el cochecito vacío
que viaja en manos de un abismo.

Miro todas las caras
y tu pequeño  estás en todas las avenidas,
en el mar,
en la arena de la playa,
en el cielo con el ojo de la luna.

Pero tus abrazos de papel de pinocho
decoran
trabajos manuales
dormidos
en tu mochila.

Vivo en un carromato
y tu esperas cada día
que cruce por tu aldea
en un festejo de circo.

Mis pechos castrados
por el cáncer de mis delirios
ya no amamantan
y lloras en silencio.

Hijo mío...

Mamá te ama
aunque por azahar
la ruleta rusa
sigue en mi mesita de noche.

Un puente...

!Hasta cuando!

Y en mi cruzada paseo un muñeco de plástico
y le compro biberones
y lo abrigo cuando trémula
en mis noches las pesadillas vuelven
y lleno tu ausencia
con arsénico en forma de ampolla.

Salir del laberinto.

Esta mañana...

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