EL BOLERO DE RAQUEL

Siempre la duda
envuelve a Raquel 
en una boa
de plumilla.

Un Diciembre
una prenda celeste
en un maniquí
de hombre
la sedujo.

Era un tricot
esponjoso
a rayas horizontales
como dos cuerpos
amándose
en la chaise longue.

Tonos grises
salsa en línea
y angora.

Vello albo.

Y olor masculino,
el ambientador del comercio.

Pero...

Dos calles más arriba
en un escaparate
sus ojitos se habían embriagado
por una sudadera.

Logos yanquees,
pasos cubanos
y números.

Vello oscuro.

Y el sopor varón,
la fuerza de su textura.

Raquel se los prueba caprichosa
a destiempo,
nunca marcó bien,
el paso.

Por muy escandalizada que esté
la dependienta Rusa de uno
y la Ucraniana del otro.

Un par de tallas,
grandes.

Fetichista
goza
con su tacto.

Ay...

Siberia
si de visita acudiera
en forma
de borrasca.


Quedando nevadas
la ciudad,
los garitos,
las sombras
Raquel
los vestiría
en el perchero epitelial
de su cuerpo
ahora que
verano
asoma
en forma
de camiseta.

Sexo a tres bandas.

Raquel adicta
a la moda
y presa de su indecisión.

Con su patología 
a cuestas
revive
cuando la puerta
mueve la campanilla
que anuncia su visita.







Comentarios

  1. Suspirar hace el hombre, en dos calles, superpuestas, aún llenas de comercios y probadores, por la indecisión en sonrisa, sabiendo que él, yerra más veces por motivos menos dispares,

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    1. Vicente la vida es así un dilema,un maniquí desnudo a espaldas a la vida.

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