EPÍSTOLA A SAN JORGE

Esto no es poema sino una carta abierta
como ventanas a la humedad nocturna.

Il signore che tagliò la testa al drago,

ese eres tú,
compañero luciérnaga,el que iluminó este camino,
la que te estropeó varios ligues
con mi mirada pérfida
y tú regresabas con la copa en la mano
pensando que la suerte se quedó con el vestido roto.

Jorge sabes que te quiero como a un hermano,
y desconozco la causa de este sepulcro dónde me has metido 
y que cada vez llenas de tierra y alimañas con tu pala.

Nadie como tú,
me ha guiado con sus estrellas en esta travesía
de ilusa,de comedianta,con mis paranoias recurrentes
ahí con el algodón y mucho Betadine
recosías las heridas abstractas de mis fantasmas.

Ahora que quieres que vuele sola
después de haber sanado mis alas
y puesto a orden los armarios de mi cocina,

me cierras toda vía
a que pueda sentirme segura sin los zancos de tus piernas,
ya no sé como poder discernir entre la sal cuajada del océano,
la nieve derretida como agua de colonia,
con tus manías y yo con mi desorden,
la amistad no está reñida con el amor
y podemos ser felices con otras personas,

por eso te ruego un último viaje
y no me desprecies en un lunes de duelo.

Caballero que me salvó la vida de un incendio
que se jacta de las cicatrices de sus dedos
como si fuera una gata de maldiciones.

Habla en cursiva,por favor,ángel custodio
y me importa un rabo de cereza
lo que piense la arboleda.




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