GÁRGOLAS AL VIENTO.

       I


Cada brazo se petrifica

como una mirada que todo lo troca en mármol.

Siento un exacerbado punzón
que convive conmigo,
no sé, si me duele tu ausencia más
o es que se seccionaron  los hilos
que sujetan el alma.


   II

Veo impotente,
cada día,
la solidificación del brazo extremo.

Es una chica
que borracha
salió del Club Lot
y osó a desafiar
el mandato.

El castillo, se llama piedra.

      III

Cuando estoy en reposo,
desfallecida,
cuento los agujeros de la pared
del techo.

Son estrellas
que conducen
a ninguna parte.

     IV

Cuando Narciso
está taciturno,
me gustaría barrer sus reflejos rotos
para que sirvieran de guía.

Te colocas en alto,
en una montaña
y esperas a que nazca el sol.

Así de fácil.

No te pierdas,
sal del laberinto.

No te tortures
por el azúcar de tu veneno.

     V

La Venus mirando al espejo,
se ha quedado sin brazos.

A partir de ahora Milo
no podrá abarcar
la espera.

Nada tiene.

    VI

Sabes esto no se va,
ni con cincel,
ni tratamiento médico.

He pensado tanta veces,
la razón de tu condena,

la profecía de las estatuas.

¿Por qué me tocaste?

Para trasformar la vida
del yeso.

      VII

Espejos ciegan
y no dejan seguir
la moldura.

Siete años de mala suerte.

       VIII

Con el corazón al descubierto.

Muté en piedra.

Mis últimas palabras de Medusa.

         IX

Hasta el día de hoy,
creía en la ciencia empírica,
todo tenía una explicación lógica.

Ahora con los tendones muriéndose,
en lista de espera,
sólo me queda la alegría,

la de una niña

que abre la carta

y esnifa tu poesía.

Hoy ya no creo en el empirismo...

Tu rima
me ha llevado a la metafísica.

  X

A veces no nos gusta lo que vemos
reflectado,
el miedo, por ejemplo.

Aparentando fortaleza
con una actitud destructiva.

Qué fácil,
hubiese sido,
pedir auxilio.

Ayuda.

Y no ser una engreída
como el Coloso de Rodas.

Debajo del mueble bar,
en llamas.

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