ESCULPIR PARA SANARSE

Podría ser lírica osteoporosis,
golosa como la Nocilla embarrancando logazas.

Y decir, rumiar,expíar y enumerar cada una de las partes del cuerpo
que enamoraron a la ortiga.
Bécquer se remueve en su losa.

Podría relatar la expedición
de sus ojos, su boca, su nariz, su cuello, su barbilla,...
como si tuviera a Mister Patata entre mis dedos linguales.

Pero caería en la red elástica
que me rebota del techo al bidón,
del muro a la puerta de la nevera.

Como decirle que fueron los detalles,
los diminutos tonos
imperceptibles para el oído humano
pero que a la visión cibor
de un corazón metálico
filtra como las bolsas de las infusiones.

Me enamoró,
con el espacio temporal saboreado
aunque para ambos sea un castigo,
pues, no hay mayor percance
que bolas de mimosa barridas por el eco de los ventiladores.

Cada vez que pliego las toallas
y se cuela entre sus pliegues
el recuerdo de su lengua gélida
me enamoro,
me enamoró,
ver un libreto azul de poemas piel con piel con el suyo,
su hombría traspasando sus pantalones cuando le abrazaba,
me enamoró,
ver pedazos de piedras barridos por su afán casero
que había sido partido de una grande 
y que estratégica tenía oculta
encima de un mueble.
Me enamoró su poesía,
sabed que nunca me habían entregado con esa cadencia una mandarina sin su envoltura.
Y aunque no soy mujer de la castidad
tiene lo que nadie antes había conocido.

Que yo ni misma sabía que existía 
y rememoro la noche
que escribió que se iba a arrepentir toda su puta vida conmigo.

Si lees estas rimas discordantes
quizás te resulten familiares algunos hallazgos,
pero debo advertir que son pura ficción
como pensar que las nubes tienen formas reales.

Que todo es un sueño.
Una divagación.
Que me lo he inventado todo.
Que las pedorretas y el desprecio en silencio
son su verdad hacia la falsedad.

Todo resulte una graciosa casualidad enamorada 
y que no sepa como extirparla como un bulto maligno que consume las horas.
Quizás jamás vuelva a sentir su tez color arcilla, ni el peso del cuerpo derrotado sobre el mío,
no soy más que una vulgar pescadera que no puede aspirar a piratas de puerto.
No sé.
Quizás ya no sepa ni como se llama
y nunca nos hayamos amado.
Y fue una invención
de esta loca de un puñado de hormonas
sin respuesta.

Y todo ese paraíso: los libros juntos, el cuarzo rosa, lo cítrico de la fruta pasión
no eras más que los peones de un juego,
que me tienen rebotando de pared a rincón.

Me gusta escribir cosas que nunca existieron...

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