27 días de mudanza.

Sabes que las cosas,
a pesar de estar en el mismo epicentro,
desprenden sombras desde otro solar.

Qué fingimos que ese meteorito
que impactó contra el patio
no había afectado a nuestra convivencia,

pero los árboles
ya no parían frutas esmeraldas
y la lujuria se cernía albatros
sobre mi pelo rubio
hasta reventar contra el suelo.

Tú, miraste hacia el otro lado,
colocaste la mano en la barbilla,
reprochando que entregara mi cuerpo
a una tumba abierta
y barrimos, ambos, todos los sucesos
para ocultarlos debajo de una alfombra
en un acto de cobardía.

No pude sostener tus pies,
sin que acabase, en el precipicio
de tus neurosis.

Déjeme libre.

La poesía me aguarda en un rincón de Europa
con silla de enea y una chaqueta de visón azul.

Lloras, lo sé.
Me amas, lo sé.
Pero salmón desbocada debo ir por el mundo,
compañero.

Pasó y los dos lo sabemos,
todos lo sabían,
el espejo con forma de hoja,
los manteles
y hasta la batidora
con sus hélices de viento.

Fingimos
hasta que el olor de difunto de ese amor
ahogó nuestros sueños.

Era una figura más de yeso,
otro vaso de zumo con posavasos
y la ventana abierta tres dedos sobre el descampado.

Te quiero
como a un hermano,
ya sabes lo que significa.

Y de repente una bocanada de aire
interrumpió el duelo
haciendo trizas la decoración.

Estas centrada ya eres libre.

Y yo te digo Jorge, perdóname.


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