Un hilo rojo.

I

Tuve dos maridos
generosos  con las joyas.

Después de cada fechoría
acontecía el brillo corona: 

Rubíes, zafiros, brillantes,
esmeraldas, aguamarinas,
turquesas, topacios...

Toda clase de artesanía 
engarzada en oro,
platino o titanio.

Ellos nunca percataron
que su corazón de piedra
era la alhaja más preciada
que nunca sostuvieron mis manos.

II

En tiempo de penuria
donde los miembros se lijaron
y bajé de los tacones de Pura López,

tuve que desprenderme de ellas 
para sobrevivir.

¿Dónde estará la gargantilla de regalo de boda?

¿Las perlas japonesas, 
los pendientes árabes,
el semanario mallorquín?

A veces imagino que están posadas
sobre un cuerpo femenino
y alguna ha sido el presente 
de un novio enamorado,
lucen mis alianzas en manos finas
mientras sostienen una taza de porcelana.

Pienso que están sobre cuerpos felices,
y desnudo el mío
luce con la paz interna
que no posee balanza.

Pero, me gusta pensar 
que es una chica pelirroja
y que va a casarse en septiembre.

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