En busca de la simiente del salvado.

I

Uno distingue el infarto
por el dolor en la foto derecha,
la postura, el rol,
va haciendo fraguas
en cada momento
de clarinete Allen.

La posibilidad del cambio estacional
que se nota con la luz,
en los tendederos
que pasan de toallas de propaganda
a mantas con sonrisas dibujadas.

Lo tengo claro, como un limón mortaja
en un vaso de tónica,

la decisión es suya.

II

Yo sabía
de caminos asfaltados,
de peines con olor a goma,
al pegamento del sello con postal de foto,
a la tostada quemada
y luego herida a ras con cuchillo de palo.

Sabía, de quemar el desayuno
y colgar cuadros torcidos,
cambiar bombillas
y el intento de escribir poesía.

Pero un amor así
conmociona hasta las paredes
que contemplan nuestros cuerpos.

III

Como decirte en castellano de calle,
que te quiero,
que siempre estaré entre todas tus columnas
la más ávida jónica
esperando tu palabra.

Me basta que me sujetes
la nuca
y me amarres las muñecas.

Te prometo, que jamás,
volveré al océano.

IV

Tú voz es calmada,
es miel en torrija, membrillo alado de Cuenca,
te vi más sereno,
igual que la vela cansada de tanto viaje,
me regalaste tu cuerpo
y yo
te entregué
el alma.

V

Y ahora qué, otro cromo, otro cigarro,
otro sobre, otro libro, otro cenicero,
otro fascículo, otro tomo.

Y ahora, qué, otra espera.

Tú decides.

VI

He venido hasta el origen,
aquí hacen fiesta de domingo
luego viene el resto de la semana,
y sobro.

Cada uno tiene su ventana,
la percha que cuelga la sombra.

Mi casa se llama Castellón.

VII

No sé que tiene ese hombre,
te ama de un modo tan bondadoso.

Que sería delito
esmerar que sólo fuese mío.

Si él me pidiera subir la cordillera
con sólo pétalos,
con obediencia,
con libertad cromada,
con sigilo y demasía.

dejaría mi camino
para barrer el suyo.

Sé, que puede asemejar
una locura,
pero el amor incondicional
es una parada de tren cada cien años.

Que haya
correspondencia nogal.

Ya es otra ave
muda de paraíso
que no habla.







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