Girls kriptonita.

Existe un nexo,
la afinidad 
del chocolate instantáneo en un vaso blanco,
nosotras,
que somos,
nosotras,
los frutos del matorral;
que nos reunimos en cada equinoccio.

Nos gusta recordar el lila del cielo
los días previos a la anunciación del tornado marcantil,
en alma presa en centros comerciales
que quieren mutilar nuestra emergencia poética.

Nos encontramos,
creo, en la reencarnación epitelial
y nos gusta brindar más que escribir,
y que coste que somos escritoras 
de muecas abiertas.


Chicas kriptonita,

que nos dejarnos caer como dos gata idas
de distintas orquestas, maullando:

Si me mimas te haré el rey de los burdeles,
si me tratas mal,
ojo, que araño
y es para toda la vida.

Y allí, en un rincón sobre pila de palomar,
observando el embotellamiento de los músicos de Bremen.

Nosotras,
frutos del matarral,
nos colocamos los sombreros y sonreímos a los viandantes.

Así son las peanas que sostienen
las promociones de quince días.

Personales e intransferibles, yo, socarrona Pippi Calzaslargas,
meteoro que choca contra la luna de los autobuses,
y tú, salida de un cómic con falta escocesa,
hablamos que a Halley
le mordimos la cola
y la ginebra azul
nos sacó de los contenedores
hasta la próxima primavera.

Girls kriptonita.

El fin de año
puede empezar un jueves., veintiocho de diciembre.
.



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