Murano tras el cristal de mi realidad. Bitàcora.

Sentada frente a Murano,
no puedo evitar en él.
Con la desventura de Isolda de S. Michele,
hogar de silencio,
donde ni las hojas hacen ruido a la suela.

Pienso en él y en sus ojos,
vértices de cipreses,
que disparan bengalas de náufrago.

Cipreses artificiales, góndolas césped,
de un cementerio abrazado de agua.

Y revivo, cuando dice que le olvide,
acaso, desterrará la vista gaviota esta sierra nevada,
de belleza inhumana.

La concesión de lo hermoso, no soy merecedora de ello,
que he estado en sala con cuello roto
sobre camilla observando
con temor el camino a un sol, lampara de quirófano.

Yo no te amo físico.
Yo no te amo cuerpo.
Yo no te amo esfera.

Te amo libre.

Como todas las cosas que amo.

Y fueron mías por cordón
hasta alejadas barcas de cuerda.

Es un vínculo, del cual, he admitido
su plaga, y he dejado de sufrir.

Te amo intelectual-mente
y eso ni la muerte podrá con ello.

Escribo sobre
el agua de papel
de un mapa.

Destino Murano.




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