Réplica.

No fue fácil desenredar la hiedra
que crece salvaje dentro de mis vigas,
he de decir con emicotono de Bridget Jones gibraltareña
que muté a los abismos,
ya se sabe, pues, que la sarna con sorna no pica,
y él aparecía de entre los cascabeles pitonisos
la imagen de Don Epicúreo, un santo de reformatorio,
donde la castidad había vuelto a casa
en un ejercicio hipócrita
cuando no hacía ni dos meses
que sus manos conchas
abrigaban las estrías de mi pecho.

Cuerpos que fueron dos ciudades,
en mi caso, la de Los Países Bajos,
unidos por un puente.

II

El autocontrol en un mandamiento,
pero, a veces los gases lacrimógenos son demasiado ocurrentes
y una aprende hacer el amor
con las palmas invertidas,
los sexos ya no se besan,
pero, hay más peligro en unos dedos
que en todo el equipo de gobierno
con sus recortes presupuestarios.

Entonces aprendí el lenguaje de los signos
y a conformarme como los niños de primaria
con los besos de un padre,
para con el tiempo conocer
el fuego de las estrellas reprimido.

No tengo ganas de guerra,
zanjar lo de la pareja de ases
y lo de la mi chica patria grande,
lo agradecerían todos los pabellones auditivos.

Dejad morir,
con mis Donuts de chocolate
y quedéis con la princesa del cuento.

He sufrido, en esta vida,
bastante,
hermano,
para descamar por gilipollescos.


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