Isolda lanzallamas

He de reconocer
que no tengo pinta de ninguna de las tres,
caravelas;
que en cada lóbulo de mi oreja
llevo el orificio de una aguja atravesada
cuando era un bebé recién nacido.

Soy rubia Isolda, y llevo la clase
mamada de mi madre.
Me miran de reojo como la pija alemana
que dicen mis amigas que parezco,
comadres de toda la vida, la exacta de un par de juergas
y lluvias en medio de la calle sin paraguas.

Mi poesía social incomoda.
Es un niña verde en un capó sofá.

Marciana asumo
que me gustan los perfumes franceses,
pero, te advierto
que lanzando piedras
y llenándome los ojos de legañas
por un ideal, no me gana nadie.

Quizás fue Tous forever conexión
o bajar las escaleras mirando los peldaños
como la figurante de papeles pésimos,
la educación castrense arrimada a la penitencia.

No, no tengo semblante,
de galeón pirata;
en los gallineros me quieren 
para levantar la moral de la costura.

Y como cada uno que tiene su sino,
de esperma congelado,
aguardo las niñas rojas de la rabia.

Soy lo que ve, sin trampa,
pero, le aseguro que mi verso
es una zervana de largo recorrido.

Preparada y apuntando al cambio.

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