Valoración de los hechos a conciencia.

De la aceituna ni el hueso.

Tirando de los pétalos, desnudaste mi cuerpo
y ni quisiste la profanación de mis calcetines.

Eras llevabas
con una rúbrica de anónimo 
velando los comentarios
de mi blog, con preguntas osadas
que pensé errónea que eran de mi buen amigo pato.

Fueros años de vigilia,
de estudio de minas,
de mirar con lupa cada arritmia de mi cara;
por eso tú sabías
de que sabor eran mis almenas,
qué fácil, hombre de libros,
que seguías el rastro de cada piedra desmoronada
de mi muro en mi vía crucis; 
me conocías
antes de que yo lo hiciera.

Y demostraste que un hombre
no se mide por su envergadura.

Fuiste el manjar de una noche 
donde abrí las caballerizas
y dejé libre las yeguas
para pernoctar en la montaña.

Por qué cosiste en mi periferia
las caricias más hermosas
para que fuesen solo tinta de páginas.

¿Por qué?

Si la poesía
era la perla de la ostra, 
yo te la hubiese dado
sin la esperanza del jugador que ansía el seis.


Yo que soy mar, hubiese vivido en tu arroyo.

Pero eso fue en noviembre
y la primavera termina.












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