Hijas fragmentadas: Noemi.



Al abrir la mano
cayó la semilla.

Y el pájaro.


II

Yo tenía,
una amiga, se llamaba Noemi.

Una mano
la lanzó
y el pájaro cayó sobre ella.

Noemi, pecosa,
era mi amiga.

Una tarde de estío
en una mesa con la canícula
derritiendo el hielo
de los vasos.

Tuviste, Noemi, una forma extraña
de anunciarme tu partida.

Yo tenía una amiga,
desde pequeña
llamada Noemi.

Abrí el períodico,
y los rostros se volvieron invierno,
al leer tu esquela
en una tarde de estio
derriendo el hielo
las entrañas.

Todos cruzaros autopistas,
cerraron abanicos
y me levanté enloquecida.

Noemi habías muerto
de manos del pájaro
por ese amor
que te llevó a beber de los desagües,
y a morar en sus cloacas.

El amor te mató.

Noemi,
así se llamaba
mi compañera de juegos
de la niñez.

Lloraron mis ojos
palomas,
ante el mutismo de una familia 
que había decidido que no lo supiera;
pero, tú que siempre fuiste
la más avispada
en letras escribiste 
un adíos anunciado.

Palomas que a parques remotos
desplegaron las alas.
Y al abrir mi mano
entre los surcos
de mi palma exhausta
de albaricoque
como el rojo de tus cabellos.

Noemí
que vuelas
en este poema.

Vive para la eternidad.












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