El cuento de las dos maletas negras.

El viajante depositó las dos maletas frente
a la verja verde.
Y con el paso de un predicador
con gastroenteritis
se alejó a través de los geranios de plástico
y unas moscas veteranas al vuelo.

Por eso al ver un bulto
que se escurría
después de haber accionado acaloradamente el timbre,
me hallé  frente a la alopecia de dos equipajes negros;
y una pequeña carta
de excusas:

-Ahora vuelvo, ponía la misiva.

Las arrastré como pude, y las coloqué en el centro de mi universo.
Y el ahora: fueron días,
y el vuelvo: revólver.

De su interior pequeños ruidos se percibían,
y estaba temerosa, 
por si hubiese algún ser malherido o la soberbia.

Mi curiosidad no aguantó la presión
abriendo, temblorosa como la gelatina,
las cremalleras de dichos objetos.

Pero, cual , fue mi asombro
dentro habían 
tebeos con anotaciones en sus esquinas,
serpentinas de olor a naranja,
una foto sin gente,
trabada a un pequeño broche con forma de corazón
y una galleta de la suerte, la cual,
no evité abrir para leer su contenido escrito:

A veces tras la negrura
se esconde el niño.






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