Sin labor arrendada.

Al abrir la compuerta del embalse
las ruinas quedaron
al descubierto de un trabajo
sumergido por el capital.

Mueble anorexia sin mercancía,
desmembrados por la sierra
que infectó de una humareda con sabor a plomo
nuestro aliento,
que carraspeaba la impotencia;
yo quería llorar,
pero no podía,
mientras se desmontaban las estanterías 
y las esquirlas de fuego
fundían cada una de las vivencias
de los compañeros que fueron por el naufragio
pequeñas firmas de destierros laborales.

Años soportamos la presión neumática
de una lancha
(que nos linchaba)
en noches que llegaban
postradas en una cama sin sonrisa.

Ahora.
¿Qué queda?
De la maleza comercial,
del obrero explotado, cual volcán de "merde".

Cuando el trabajo falta,
de qué sirve el amor sin amor,
de dónde proceden las ratas
y el futuro presente en fracturas con I.R.P.F.
y un descanse en paz.

Horas de incertidumbre, y un pato en mi pecho
que aleteaba nasal.

Sin trabajo, a dónde van las almas,
a dónde muere el pan.

Y ahora qué.

Me lo dirán ustedes:

Los tres caballeros grises de Momo.


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