Violonchelo.

Te han arrastrado lo suficiente
por el pasillo que conducía al cuarto levante,
con la quilla arañando el suelo
en un grito de corchea.

Te han arrodillado frente al patíbulo
con el clamor encendido de la jauría,
corsé de apretada moral
del incendio cuando los ojos
se llenan de agua, en terrestre conjuntiva;
y una nuca bajo el terror de la bañera,
el pico del metal en el cuello
y las piernas mojándose de orina.

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