El encanto de la hipocresía.

Amontonada
fosa común de fotos
para qué despierte el hipócrita,
como en un atentado audiovisual
de novedades mercantiles
donde las imágenes de niños africanos
y sus amigas las moscas
han aburrido al colesterol.
Cuánta llaga aún sigue viva
a pesar de la ausencia instantánea
y la novedad en el medio
que los campos de concentración
de las películas sin música
sean, ahora, en una orilla.
La indignación
del que habita en el palco
los espectadores del circo
que no nos conmueve
la misma realidad.
Hay que luchar
hay que denunciar
a través del poema cargado de dinamita
no seamos falsos detonantes
porque la verdad existe
más allá de una foto
abramos los brazos en señal de duelo
en recolecta
de letras que sin colores duelan.
Y no hasta el próximo revelado.
Soy una infancia parida
y levitar es el paraíso perfecto.
Las fotos y los hijos de puta
siempre balarán
en los libros de historia.
Y yo no soy nadie.
Nada.
Una imbécil que destroza poemas
y que sabe que la muerte
el genocidio existe
cada día en la cola del supermercado.
Los muertos ya no hablan.
Hablemos pues y no calle
sino en la calle
con las palabras.
Como dijo Jiménez
una rosa es una rosa
.

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