Libérate.

Me quiero lo suficiente
para romper el ancla.
Este oficio de caléndula de invernadero
donde el sol es una pantalla de plasma
y mis manos, gatas furtivas,
que buscan llegar a una cima donde los árboles
hace tiempo fueron abrasados.

Tu torso desnudo me recordó a un cuadro de Picasso
con esa belleza extrema de aniquilar mis ojos. Con la última manía
de cantar por nada, como decir a las paredes que eres poeta.

Más ávida en tragaluces,
puedo escribir un soneto con la vista vendada
pero arrimar al simple ejercicio
de una verja 
para que escape el niño que sigue prisionero, tarea ardua.

He logrado romper la rima,
y te he mostrado las peores flores del mundo.
Es lo único que nace después de la fumigación,
pero te aseguro que sus raíces son sanas.

Cómo poder pensar que tú puedas marcho por la puerta 
oliendo mi fragilidad de hallarme descubierta, pobre Ofelia de saldos:
Eres libre, soy libre, somos libres.

No deseo controlar un puma,
ni aletargar el invierno, sólo sé que siento tu sexo
como un arpón que me atraviesa
y me deja malherida esógafa
entre delfines invidentes.

Qué ha llegado un estado
que deseo clamar esta enfermedad
a todos los urinarios del mundo.

Por favor, si no combatimos
por la misma leche, nunca más
vuelvas a enhebrarme.


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