El rencor no es mi estilo.

Cuando escuché su voz por teléfono,
me quedé como una palmera sin dátiles
y una risa nerviosa
brotaba de mis cuerdas consonantes.

Mientras él comentaba
la teoría de los bares encadenados
dibujaba
con mi dedo índice en la arena 
rallas y manchas.

No entendía su correptivo,
esa forma de imponer la ley de la covivencia
en suelo urbano no edificable.


¿Qué pretendía?

Parecía dentro de la ruina después del terremoto 
que quizás el orgullo
se había fugado con una bailarina contemporánea
y realizaba ejercicios
tirado por el suelo
limpiando baldosas, azulejos, pavimentos asfaltados
y hasta paredes de gotelé, si fuera necesario.

Tal vez pensaba que encontraría a los gatos desquiciados
y anoréxicos. Y quien me conoce de verdad,
sabe...que comen antes los gatos que yo.

Jugaba.
Sí.
Estaba jugando.

Al tirarse el farol
del desbloqueo de washap,
que me enseñaría una hormigonera
especial de trilla cacas felinas
y una nueva web de arena conglomerada
de los tapones de corcho
de las cenas de todas sus novias.

Sí.
Jugando estaba.
Jugaba.

Nunca he sabido jugar al strip-poker
y siempre me deja
con los sentimientos
en pelota picada.



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