Ironía.

Bravo, barco, barbo, barbilla, bárbaro, bravo.

Lázaro de entre sus tinieblas ha resucitado
en alteza postura pústula
de mirar con la lengua hacia el reverso
del poema.

Para un predicador es fácil
hacer de las sobras un títere,
restregar el lomo por la puertas
igual que un gato enloquecido
de hambre, pero, no de armonía
sino de venganza.

Qué fácil la sabiendo de un rey
sin caballo, con la espada erigida
hacia mi nuca.

Si al final la cortesana profesionalidad
patente y su amo
no ha sido más que un chiste mal parido

Qué no ama por qué?
Acaso el corazón puede latir sin sangre
en esa argucia del asalto
de digerir la polilla
para escupirla gusano

Es negado el beso por desprecio al desacato, qué hazaña
ignorar la fruta que alimentó
a la mentira eclesiástica.

Cuando de la manzana
ni las semillas guardan el espejismo.

Un cargamento de salitre
y alto a su complejo le prodigo
como una vil serpiente
tras su sombra

Bravo, bravo, bravo.

Por los fingidores
más histéricos de los estudios.

Poeta, más o menos,
cicuta del cuentista

en esa soledad presunta
como la melaza a la próxima.

Bravo.


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