La última llamada antes del enésimo bloqueo.

I

No entiendo el lenguaje del unicornio
ni las aceras con deformidades.

Llegando a la conclusión del embalse
con palabras que  atragantan y que desbordadas
necesitan de la compuerta
para entender que realmente pasó entre nosotros.

II

Quisiera dialogar como el cirujano
a su enfermera en el minuto antes: tic, tac, tic, tic, tac,
de una operación a corazón abierto.

He escuchado al cisne, e incluso he buscado códigos de barras
entre el oleaje
del Mediterráneo.

Metida en un avión he preguntado a los cirros
y algo mareada he estado a punto de vomitar tu nombre,
para ver, si desde a 10.000 metros de altitud
lograbas escucharme
para dar una respuesta a una retórica que florece
horquillas, chinchetas, clip y tapones de boli
dentro de mi poetalitis renal.

A la deriva en un spray, con una medusa-balsa
y tres felinos, olvidando lo que significa el compromiso
de los girasoles girando su nuca hacia la sombra.

III

Un sismo atravesó la madrugada,
elucubrando que debió
ser el cambio de sexo del horario
que como el amor siempre pide más.

¿No te habrás vuelto casto?

Si el juego no tenía reglas
y siempre tu bando fue  más numeroso,
con mi lado escaso, low cost con pérdidas,
con la disposición más absoluta.

Me llamaste
justo cuando yo dormía el sueño de la amapola.
Y me imagino que no fue batalla fácil hacerlo;

hablar, aunque fuese con la tecnología de los signos,
del morse o ladrando a la luna.


Haz que la momia saque su lengua
para curarme de esta enfermedad
para la tierra.

Qué eres raíz .

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