Con los ojos vendados.


III

Cuando estoy contigo, el miedo pierde fuerza
para engendrar otro modelo de miedo.
En este debacle, del cual no poseo experiencia
para la dirección al laberinto de la montaña.

Puedo reconocer el olor que desprende 
y nada dificultoso se muestra la pantomima del cuerpo
cuando lo hacen suyo, los dos animales de cuerdas,
extraviadas luciérnagas chocando contra el cabezal de la cama.

Cuando estoy, sí, estoy contigo, y me giro de pétalos
incendiarios con sándalo y otros aromas,
noto tu corazón albergado
y la longitud de tus dedos
intentado atrapar a la luna.
Entonces sonríes con la lengua en tu silencio casto
y busco sonidos de fuentes, de hojas,
de niños en patios lanzando cubos con agua.

Cuando es y siempre en, torno de cinturas,
en tu boca que brolla en paradero,
y no, no poseo temor alguno,
dicen, que el amor, es, sin duda, una muerte dulce.

Ll.Ll.



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