Gargantillas.

I

Gárgolas en el precipicio
con sus embudos por boca
en calcárea melodía de lluvia.

II

Hablan unas con otras maniatadas al muro,
desbocadura con la resignación de la vista ciega
con el ingreso del latido.

Hablar, no es contraproducente
de los amores que llegaron con la primavera
y han colmado de lirios cada una de nuestras fosas.

Del futuro, y el coraje que le envío desde este pináculo 
de góticas glotis, de que el poema vivirá en usted siempre.

Las gárgolas que escuchan su risa
como la alondra de nubes 
que celosa guarda los sonidos con el viento.

Y el paso que en claustro 
desigual para vosotras, viejas águilas,
monstruosas verdades,
titánicas mentiras,
en vuestra jaula de historia
que guarda en plumas marmóreas los verbos
que nunca osamos.

III

Hablar, qué puede tener de malicioso,
escuchar la risa , su risa de abanicos.

No existe incongruencia para que después del perdón
el habla sea la voz de un niño después de la sílaba

Poema dentro de la hendidura,
cerca de brechas en altos edificios de caléndulas.

Antenas parabólicas, receptores de móviles,
sábanas de cuadros, árboles de plástico
junto a piscinas de pequeños mares en tripas de casas.

El secreto perdido dentro de la reflexión
que no habló en la hora.

Gárgolas dentro de nosotros,
llorando por nosotros,
gimiendo para los otros, en su esquina con la cabeza rota.



Gárgola de la Lonja de Valencia.






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