Al cielo de Salamanca.

I

Me tumbaba

y miraba un cielo
similar al de Salamanca
contando los golpes
que conducían a la constelación de los cardenales puntos.

Y con la mano hurgaba mi pecho
cerciorando el vulgo agujero que atravesaba mi tórax  con una 
corriente de aire Tramuntana.

¿Dónde estás corazón eléctrico?

¿En qué canaleta tu corriente subterranéa?


Y con un folio de papel 
de tres milígramos al cielo
similar al de Salamanca
dibujaba con tiza una víscera
y con la boca lo hacía latir.

Sondo avernos:

-Tum. Tum. Tum. Tum.

II

Los corazones de papel 
temerosos del agua y del fuego,
del viento y de los bichos.

Caballero Lepisma Saccharina escribiente 
que devora
cada una de mis páginas.

Tuya soy
con las letras del cianuro que brillan
como las pupilas del éxtasis,
libélulas clavadas en carne,
caballitos del diablo de comisuras,
lúpulos de nuestras cicatrices
que dejan que me vayas royendo

igual que un barco en llamas dentro de la mar.

Morir envenenada por ti...

III

Y tumbada mirando a los planetas
cerraba los ojos
al cielo de Salamanca
con un corazón sobre mis senos en libro sagrado
y sonreía
y con la laringe le daba la vida necesaria
de su oda
mientras sonreía, nuevamente,
aunque sea en papel de lija,
tengo en histeria
todas la heridas de bala
como guiños
del ser inexperto
que empieza a caminar
y a bucear entre los textos.

Porque un verso solo es soledad,
dos ya suenan a pareado.

-Tum, tum, tum, tum.

Y tres en la cama una orgía celestial,
con la novela entre sus manos de hombre blondo.

Posteguillo, Márquez, y...cuántos en concubinato
morarán con nosotros.

Mi prosa.
La que faltaba para dar vida a esta pequeña muela
de Frankesntein.

El corazón late.

Y un monstruo 
campa por la ciudad de los muertos.

-Tum. Tum. Tum. Tum. Tú.

Tú.


Plaza Mayor de Salamanca.








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