Tiene un cigarro, Jefe.

La literatura, no deja de ser, la loca de un barrio
de amarrados extremos que escopeta deletrea.

En el cruce de líneas
con su camisa de fuerza, incapaz  de tocar las flores
de las telas de los kimonos.

Una ida de nudos
que espera con traje en la parada del bus-o
entre un individuo, sujeto a su bolsa,
y un cristal vestido de póster que publicita
la interior de la vergüenza presupuestaria
con la cultura-es.

Ella, no tiene escapatoria, necesita
al oyente, al lector, a la bala, al río
para desatar los credos, que  no cerdos, de la cuerda.

Demente que llega a ninguna parte
sin un billete, lejos del maniconio
en que se ha convertido
la biblioteca de los libros de estantes.

Momentos "fumatorios" y nada más,

para el sombra de P a n e r o.

La loca literatura del cigarro y las hormigas.







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