Gris pardo leo.

Los regresos siempre son nocivos,
reclaman partes médicos
y cláxones de ciudad perdidos en atascos.

Se aprovechan de la coyuntura
e instalan dagas como prendidos florales de otoño.

Te notas una costilla menos.
Que el lapicero desee ser mondado por la fila hoja
del sacapuntas. 
Con la ropa del invierno luciendo acartonada sin vino.

Y que pierdes una vida gatuna
cada vez que cruzando la acera
dejas besos con sabor a mantequilla
y te patean con púgil danza
la fibra, esa analógica que pesa poco,
y que olerá a asfalto quemado cuando muera.

Alma nómada de caminos.
Una manzana
que odia a Newton 
por las veces que cae y sube, que cae y sube.

Cemento de fruta con la única ley de la enferma gravedad.

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