Sin título.

Plegables que se amontonan en trípodes de cuatro patas
donde el sentimiento decapitará la esencia
en este vacío celular de lo que realmente respiramos
en la manada de los orangutanes pelirrojos
hacia las vías de la extinción

Quisiera cantar una canción de festividades
aun con las rodillas cuadradas

por la pérdida de un ser blanco.


Soy un primate acorralado por los tranquilizantes,
muerto de acomodamiento,
al que lanzan cacahuetes, con las manos asiendo
un pelaje desprovisto.

Los miro, y me atrincheran dentro de los sacos de hojas.

Y me da la pena absurda
de  tener que abrir latas de aluminio
para comer el pescado.

En un rincón, de focos y morses.

Va desapareciendo la estrella.

Ela, la grande, la supernova de pelo cano,
y siempre con la palabra justa
que de tan noble la sangre se rebeló en su contra.

Ela no dijo, ella escribía poemas, a pesar
de que siempre la humildad roía al hueso.

Hasta para morir, lo ha hecho como los mejores,
escribiendo, con la honradez hasta en su último enjambre.

Ela, que sin conocerme
decía que le recordaba a Wislawa.

Hace muchos años
cuando aún el vino
olía a uva.

Gracias, gracias, gracias.

En las pérdidas humanas
duele en fisura ser un orangután entre los hombres de sombreros alados.
mirando a través de los barrotes.





Mariela, descansa en paz.

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