Signo de aire con tendencia al caos.

En algún que otro jueves
me da por escribir el idioma de los besos,
con la nuca dolorida, de dormir delante de la computadora
como una flor sin agua.

Las mañanas angostas, con  apenas el sol en la rendija.
La acera en un papel calibrado con la velocidad de la luz
en olimpiada de caminos,
con la fatiga de abandonarse en un escalón
de la vía, y llorar pergaminos rojos
de las heridas que llagadas
no dejan de fornicar.

Sembrar en un eco las cosas que no podemos decir,
lo prohibido a los ojos ajenos,
a la mediocridad de las orugas
que mueren en los radiadores de los coches
creyendo que fueron mariposas.

La letanía diaria, como en un suplemento 
de solares en consternación
arrebatando las historias
de aquellos que visten trajes azules,
y que con un vaso de agua
se embarcan a la aventura.

Miro la maleta.
Miro la ciudad que despierta en negrura.
Y entiendo dentro de la histeria
la fortuna de tener nombre, zapatos y cama
con los parachoques
pujando al olvido.

Morir con secretos, tampoco será tan nefasto.
Morir combatiendo
como las orugas antes de romper.
                                                       Ilustración de Salomé de la obra de Oscar Wilde por Beardsley.

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