Ave II

En el estanque
parada al frescor tardío
con pajarería de distintos linajes.

El agua estaba quieta,
ahuyentando las enfermedades futuras,
quieta, desafiando al parkinson,
de las muñecas que oscilan los hilos de pesca.

Y me fijé en los balcones, en los firmamentos
que reflejados en la ventana revivían naranjas y azules,
luces que interrogaban a los
muñecos vestidos de reyes,
o al señor de rojo barlovento.

Y pensé que ellos no entraban en las casas
para entregar regalos de año bisiesto.

 También huían
de sus madrigueras
sin importar la caída posible.

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