El tejado.

Te prometo que una se acostumbra
a las estocadas,
al calambre con los pies mojados,
al martillo del miedo,
a las garrapatas que negras
pinchan en los ojos.

Te prometo que no fue fácil
dejarse en remojo
con el aguafuerte,
y limar los besos más dulces,
que de tan azucarados
la diabetes apostaba en el patíbulo.

Te prometo que bajo el paraguas,
cavilo en sus tragaluces.
Que se añora
la pantera que habita
en su morada.

Te prometo, que le dije que jamás le olvidaría,
y así ha ocurrido y sucederá eternamente,
las velas de los barcos ardieron
y entre huesos de madera
desembarcó el caos
a la normalidad de las asonantes.

Te prometo que la enfermedad me persigue,
y que le he abierto la puerta.

Pienso a la hora de Morfeo
que quizás las cabañas
serán asoladas por la marea.

Pero, eso, no es promesa.
Es la historia de una nueva vida,
donde vivo con todo lo malo
que supuso lo bueno de haberle conocido.


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