La llave rosa

Voy a mano descubierta por la vida,
andando lo que se puede
a contrabajos atletas de gente,
para saber lo justo de la falta de tacto
que no sobrante puede ser añoranza
y en exceso asfixia.

Por ello me quedo con la luna,
con los viajes no resueltos,
cuando con-quisté Granada sola
por las calles mientras moría lo que fue
un gran amor en un hotel del centro.

He comido hígados varios,
la profesión del poeta los colecciona,
en homenaje a los dioses egipcios
en versos licuados
de alas tan gigantes que no existía
término al caminador.

No creo en los amores de amantes ausentes
con la plática de un ajo
metido en aceite, porque a mi anarquía
le gusta comer con las manos,
sorber con ruido,
gritar lo suficiente
para que con la expresión
se avisten las armas.

Con la felicidad ajena,
y que la lluvia que acaricia el rostro
en la telenovela dé re-bote.

Necesito del amor
como el algodón a la herida.

Que apriete la brecha.
La sanación
con la cadena de sabernos fatuos.

En el silencio.
En el water.
Al abrir la nevera.

Se sobreentiende que el ángel exterminador
del vacío,
beba ginebra en bares de alto standing
con taburetes forrados de terciopelo;
porque para el amo-río
no necesitamos más que dos pavos, las arrugas, las sombras, las desvariadas
de nosotros mismos
cínicos
haciendo chinescas manchas del martirio.

La dependencia para las cartas.

Hoy vuelo y mañana dios dirá.

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