Añoranza

I

La luna creciente en el mar 
con alguna soledad
que flota, en un mecer de penumbra con el brillo de los edificios,
dentro de la nada, donde entraremos en el viernes de las etiquetas,

Un pie de mes, que anunció primaveras
que aligeró el reloj a la noche.

Un final de meta, a tantos envases
y platos que llenos aparecieron desnudos,
mañana con la culminación  del alpinista 
de su cúspide, y las alondras que vestirán de lluvia los abriles.

II

De lo que se trata es de volar,
de cambiar la ropa de los armarios,
de saber que tu madre nació en Marzo,
y que tu abuela también murió en Marzo.

Signo de aire apaciguado por la guerra de las amapolas,
por un viento que ha arreciado con la boca pequeña.

Un mes, que termina, con la publicación de mi cuarto libro.
Siempre pensé que su número igualaría eterno
al de mis hijos biológicos, paridos con amor y amor querido en melancolía
de la maquinaria de una combatiente.

III

Wislawa siempre está conmigo, se convirtió en un faro antiniebla
a tanta isla sin puentes. Ahora toca lanzar los dados,
y con calma cerciorarse
de que un libro sea, o por lo menos creo en la intención de ello,
un potro recién nacido que debe aprender
a caminar solo.


A caminar solo, para su supervivencia.

El resto son 
vinos y rosas.



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