La buena escuela,
la de caminar pegadas
como chicles a la pared por los pasillos
en orden alfabético
con la cabeza gacha y mudas como figurantes
de un corto de cine de gris.
La buena casa,
de no salir de noche
de misa de domingo,
de tacones a los quince y fumar
en el patio. Meter algodón
en sostenes de supermercado
y compartir la calada
con niñas hambrientas de anarquía.
Del rosario al móvil
del mañana, dos rombos
y pantalones pitillos. Crianza malhumorada
de reprimenda y traumas.
De la buena escuela,
de la buena casa,
sal, vino de mesa y gaseosa
te aseguro que todo lo que sale
de ella, es rancio.
Malo de cajones.

ILUSTRACIÓN de Erika Kuhn

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