Dispa-rates

La película se repite de nuevo.
Reconozco el capítulo
de paternidad emulando
a un dios griego que salva
a los grillos de morir atropellados
en las vías del metro.

Es todo tan idílico
que emana un ambientador
que de sobra conozco.

Salvador del mundo
en sintonía o en asociación marchante
sabe bien que luego
vendrá la primavera
y como el copo de nieve
querrá hacer gala
de sus acuáticas correrías.
Se volverá cedro,
y le habrán crecido dos alas.

En esa búsqueda de identidad
repite demasiado
el divismo y me sé el final de la tragicomedia.
Deberá ir con las nubes volcánicas.
Y abandonará
la raíz, el fleco.
Será bala que abate sin escrúpulos.
Y los osos, las ardillas,
los jamelgos,
los arbustos,
el madroño.
El arroz en el bote.
Los zapatos sin dueño.
La mesa coja.
El tendedero despojado de la colada.
El rojo.
El azul.
Los batracios.
Y el esperma seco.
Se quedarán aguardando
el regreso antes de su marcha.
Cómo el polen que es.
Y dejará al cuidado
a sus criaturas a otra tonta del culo.
Porque usted nació mago
y esta película acaba
con los buenos muertos. Fin.

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