Enchufes

Siempre estaremos conectados.
Cuando yo encienda la luz
de mi mesa de nochecita.
Un punto disperso
relámpago
estallido casi imperceptible
se adueñará de tu estancia.
Parecerá un efecto óptico
de la vista, pero será mi aviso de vida.
Porque.
Siempre estaremos conectados.
Y cuando tú caigas y la espinilla
se golpee matriz de yunque
en el camino.
Mi pierna sentirá un chispazo.
Y al cabo de unas horas
telarañas amoratadas
se jactarán por los músculos
de mi sayo.
Porque conectados andaremos
por nuestras desventuras.

Estaremos conectados
con la última tecnología.
Y tanto la flor como el tornillo.
Adornará o mortificará
nuestros versículos.

Por eso no funcionó lo nuestro.
Éramos demasiado iguales.
Siameses nacidos en esferas distintas.
Con los mismos profesores de niño.

Somos a la imagen y semejanza
de nuestros captores.
Y siempre estaremos conectados.
En la electricidad.
En los mazazos.
Muy iguales. De carne diferente.
Y por ello es difícil amar
a los hermanos de la profecía.
Mejor cuidarse.
Y recogerse en las señas de nuestros
buenos y malos momentos.
Demasiado iguales.
Dos polos negativos.
Como un jarrón
en una contrachapada mesa
frente al espejo.





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